miércoles, 10 de febrero de 2016

Octavo día. Salimos muy temprano del puesto del Ejército en donde pasamos la noche para llegar antes que los camiones a la frontera. A las 6.12 estábamos en el portón pero todavía permanecía cerrado. Esperamos un rato y a las 6.22 abrieron y comenzamos los trámites. Del lado de Nicaragua fueron muy rápidos, y del lado de Costa Rica costaron un poco más. En migraciones no nos cobraron nada, y creo que es el primer país en el que no abonamos, pero te exigen un seguro obligatorio del auto, de 35 dólares. Los pagamos y seguimos viaje, pero antes nos llamó la atención que en la frontera, del lado de adentro todavía, hubiese gente viviendo en carpas. Consultamos y nos dijeron que eran los Cubanos que intentando llegar a los Estados Unidos quedaron varados en la frontera porque Nicaragua no les permitió el paso argumentando razones de seguridad. Son más de cuatro mil y ahora se les han conseguido vuelos hasta El Salvador desde seguirán viaje al norte, en busca de su sueño americano. Sin embargo muchos no se quieren ir, y el Gobierno de Costa Rica los amenazó con quitarles las visas y devolverlos a Cuba, con lo cual la situación es bastante tensa.
La verdad no puedo comentarles mucho de la ruta porque como les conté ayer, tuve que hacer la primera guardia de 2 horas porque no estábamos muy seguros donde nos quedamos, pero la misma se extendió y después se vino todo el sueño junto.
En el camino advertimos que la camioneta empezaba a tener algunos problemas técnicos, nada complicado, pero necesitaban ser solucionados con cierta premura, por lo cual decidimos hacer una escala en Costa Rica para continuar viaje y llegar a nuestro destino. Nos encontramos con una chica argentina que hacía, sola, el mismo camino que nosotros, pero al revés, y le preguntamos donde podíamos parar. Nos recomendó un lugar sobre el Pacifico que se llama Playa Hermosa. Acá estamos, arreglando la camioneta y aprovechando unos minutos del mar. Nos alojamos en un camping Congos Hostel, que se llama así en honor a los monos que habitan la zona, los Congos.
Después de trabajar bastante para solucionar esos problemas, nos acercamos a la playa y vimos otro atardecer increíble, en donde el sol y el agua juegan a ver cual de los dos es mas lindo, y quien termina devorando a quien, pero esta vez con ayuda de unas montañas que se extienden por todos lados. Son pequeñas, pero parcelen el marco ideal para alojar a esa pintura en donde el sol rojo se acuesta en el horizonte y va desapareciendo, pero nunca deja de iluminar. Mientras tanto le dedicamos tiempo al vuelo de una gaviota, que intenta llevarse su alimento de este mar tan generoso. Vuela dando círculos grandes hasta que parece detenerse en un punto y de allí, a unos seis metros de altura, se lanza en picada hasta que su pico impacta en el agua produciendo un extraño sonido, y cuando uno quiere levantarse para ir en busca de ella y ayudarla, en ese preciso instante se levanta y remonta vuelo hacia el cielo,con un pez en su pico, y a uno le da ganas de ponerse de pie y aplaudir, como si estuviese disfrutando de un ballet.
Empieza a oscurecer y las figuras humanas ya no se distinguen. Son solo sombras que se mueven dejando la playa en busca de sus hoteles o camping. Es hora de comer y prendemos un fuego para asar un pescado que conseguimos. Lindo momento para la charla y surgen dos temas. Daniel me cuenta una historia increíble, que escucho sin abrir la boca porque me parece fantástica. Me cuenta de un chico de 10 años que en la escuela tenía una admiradora, y de la cual el también gustaba. Esa chica le escribía cartas que decían “Te quiero, me gustas”, con es ternura infantil con la que se pueden escribir esas cartas, pero que las mandaba por una amiga porque era muy vergonzosa. Fueron los primeros besitos de los dos que quedaron atrás en el tiempo, pero nunca olvidados. Quien se puede olvidar de sus primeros besos?. Cuatro décadas después, y gracias al maravilloso invento de las redes sociales, esos labios se reencontraron, y la intensidad de eso besos fueron otros. Esa mujer sigue sonrojándose como cuando era chica, pero los dos saben que lo que resta del camino es para hacerlos juntos. Me contó Daniel que esa mujer, siempre preocupada por los demás, es hoy una profesional que se ocupa de la recuperación de chicos con dificultades. El sabe, porque me lo confesó, que es su mujer en la vida, y quiere llegar para verla. Mientras tanto Gabriela sigue esperando, pero no ya por cuatro décadas como antes, solo por unos días, hasta que la Gira arribe a Buenos Aires.
Me siento en el deber de contar algo yo y recuerdo que cuando era chico mi padre me hablaba de muchas cosas. Siempre al revés de la historia. Si yo volvía de la escuela y le contaba que Rosas era malo el, muerto de trabajar todo el día, me contaba quien había sido Rosas y lo que había hecho por la Patria. Una vez me llevaron de excursión al Museo de la Subversión, que estaba en las instalaciones del Regimiento de Patricios. Cuando volví no puedo dormir de las cosas que había visto. El me dijo que eso era mentira, que no era así, y recién ahí pude conciliar el sueño, aunque nunca me olvide. Y me contó también que había una ruta que unía toda América, la Panamericana. Por ahí vengo transitando, como demostrando una vez más que todo lo que me enseño ese hombre es verdad. Algún día tiene que terminar su novela sobre el Corsario Hipólito Bouchard, la única manera de entender porque las banderas de Centro América se parecen tanto a la nuestra. 
Mañana tenemos mas reuniones para avanzar en la difusión de la Campaña e iremos al encuentro de personalidades de la historia de Costa Rica para que se sumen.
PD: Esta canción va dedicada a mi viejo

https://www.youtube.com/watch?v=LS3ux2av7MA


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